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El paradigma de los neutrinos (Artículo)

Hace unos meses, los científicos del proyecto OPERA (CERN) demostraron que los neutrinos viajan más rápidos que la luz. Frente a todas las teorías actuales del universo físico, Einstein incluido, estos científicos consiguieron que estas partículas pequeñas que atraviesan nuestro cuerpo ganaran la carrera a la luz. Pendiente el experimento de todas las confirmaciones correspondientes, lo cierto es que este simple hecho ha hecho temblar las rígidas y corporativas estructuras científicas, que ahora tendrán que reinventarse. Y, por supuesto, se ha desatado una guerra sin cuartel contra los científicos del proyecto OPERA, por poner en cuestión los principios inalterables. ¡Osados!

El paradigma de los neutrinos no es solo un experimento pendiente de confirmación. Es la demostración de que no hay verdades inalterables. Ni Einstein es ya un dogma. Y lo que es más importante: ha demostrado como una comunidad aparentemente dialéctica, como es la de los científicos físicos, se pone a la defensiva cuando le cuestionan sus sólidas estructuras. No caben galileos en este mundo políticamente correcto. Es la contrarrevolución a los cambios que vienen dados por nuevos descubrimientos o por el agotamiento de los modelos actuales.

Es lo mismo que está pasando en la economía, la gobernanza política o los cambios sociales. El modelo de los últimos años está agotado y en algunos casos ha fracasado, y debe ser sustituido por otro. Pero aunque sufrimos directamente este agobio, hay una reacción contraria a los cambios. Si el modelo laboral existente en España desde hace más de 50 años conduce a más de cinco millones de parados, es más que evidente que hay que cambiarlo radicalmente. Pero hay desde barreras psicológicas contra el cambio, hasta intereses colectivos, sindicales y corporativos. Como si los cinco millones de parados fueron los osados científicos del CERN que han demostrado la velocidad de los neutrinos.

Son los Wallace H. Hartley (el violinista/director de la Orquesta del Titanic), que prefieren seguir deleitando a  los náufragos con su música  antes que salvarse o contribuir a la salvación de los demás. Hasta Serrat y Sabina (La Orquesta del Titanic) han optado por deleitarnos en el momento del hundimiento. Una reacción conservadora por mantener el espíritu del barco a flote, aunque se esté hundiendo. Héroes condenados a morir todos juntos. Una épica colectiva frente a la sufrida realidad representada por Francesco Schettino, capitán del Costa Concordia, que marca que la salvación es individual y sin música. Los comportamientos individuales son los que imponen los cambios sociales, no al contrario.
 
Como en el caso del trabajo, que ya es un bien escaso. Hace solo diez años hablamos (Toffler) de la sociedad del ocio, que nos permitiría trabajar unas horas a la semana y dedicar el resto al placer. Ahora los neutrinos nos demuestran que el trabajo es un bien escaso y habrá que reducir nuestra suntuosa calidad de vida para sobrevivir con menos recursos. Porque hasta en eso hay que aceptar el cambio total en la relación trabajo/salario. Ya no hay sueldos iguales. Hay trabajo necesario y retribución equivalente a esa demanda. Y con una masa laboral disponible de cinco millones de parados, establecer el suelo del incremento salarial en un 0,5 % (pacto sindicatos/patronal) resulta, como menos, infantil. Son las ganas de ignorar a los neutrinos, en lugar de adaptar normas, leyes físicas y conceptos relativos a las nuevas marcas de velocidad.

El  gobierno de España va desgranando rápidamente reformas estructurales para el sistema financiero, las normas laborales, educación y pronto territoriales y administrativas. Cada una de ellas acompañadas de un rosario de decretos menores para adaptarse a la demanda de los tiempos que corren. Los sondeos de opinión (El País, 12/2/2012) demuestran que la mayor parte de la población encuestada se muestra partidaria de reformas de todo tipo, porque ve necesario un cambio radical en nuestro modelo de vida. Sin embargo hay una reacción contraria a que esos cambios afecten a nuestros intereses particulares o corporativos. Bienvenidos los neutrinos, pero no me toque usted mis privilegios. La sociedad civil española asiste expectante a este cambio necesario de sistema, sin decidirse e intervenir, quizá por el magnífico acomodo que supone haber trasladado toda la responsabilidad a la política. Y claro, hay una reacción contraria a volver a asumir esa responsabilidad. Como mucho plantearse que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Así nos hemos pasado cuatro años sufriendo en silencio el creciente drama del paro que ya alcanza los 5.300.000 ciudadanos, pero estallamos cuando la reforma laboral y los recortes en la administración ponen en peligro a funcionarios o los contratos fijos. Habrán una y mil huelgas generales para defender los intereses de un millón de trabajadores fijos, sin que nadie cuestione el derecho a trabajar de los jóvenes, la dinamización de los autónomos y, lo que es más importante, la posibilidad de una nueva cultura del trabajo, la productividad o el contrato. Ni siquiera aparece la sombra de la reivindicación del papel de la empresa en la generación de trabajo y riqueza. En Alemania un socialdemócrata como Schröeder impulsó todos estos cambios en 2002 con la Agenda 2010, lo que ahora permite a ese país la fortaleza que exhibe. Aquí nadie quiere asumir hacer las reformas pese al desgaste que sufrimos, ni siquiera los socialistas que aplaudieron a Schröeder. Mejor quedarse con el proteccionista  Fuero del Trabajo y, si es posible, la autarquía. Hay que negar los neutrinos.

Están en cuestión el concepto del crédito (nuestra economía obliga a la empresa a dar crédito a clientes y acreedores), la educación universal (quien quiera estudiar gratis tiene que merecerlo), la sanidad gratuita (no todo y a todos se puede pagar) y hasta las pensiones. Todas ellas  revoluciones en el Estado del Bienestar que nórdicos y centroeuropeos hicieron hace años con tanto éxito que les permite superar esta crisis sin la sangría del paro. Y a todos estos cambios necesarios habrá que añadir los derivados de las infraestructuras innecesarias (40.000 millones de déficit en estado de obras), sociedad civil (rehén consentido de la política, como dice Santos Julia), justicia corrupta (adjudicación de los concursos acreedores, por ejemplo), absentismo laboral (6 % del PIB), (partidos y sindicatos...) o economía sumergida (25 % dl PIB). Son estas las bases en las que realmente se asienta nuestra economía y nuestra sociedad y que están en el fondo de esta crisis sistémica. Son los principios físicos que quieren permanecer inalterables aunque existan los neutrinos. Lo curioso es que son socialdemócratas y funcionarios quienes más se oponen a estos cambios, mientras parados, jóvenes y pequeñas empresas los aceptan.

Pero los neutrinos están ahí para demostrar que los principios inalterables de nuestro bienestar son la causa del creciente número de parados, el fracaso escolar, la corrupción, la escasa competitividad de nuestros productos tradicionales (estamos compitiendo en tecnología porque es un sector ajeno a nuestra idiosincrasia empresarial y universitaria) y la pésima imagen exterior de España. ¿Por qué no cambiar esos principios tan nocivos y fracasados? Esa es la gran pregunta para una sociedad que se desmorona de puro desgaste.

Evidentemente hay una gran razón. Debemos tanto que no nos queda tiempo para pensar qué hacer. Cada familia, cada empresa amanece cada día con la losa de que lo único seguro es el pago de su hipoteca. Todo lo demás son variables. Y además, queda constancia de que los responsables de esa deuda impagable son, por este orden, los bancos, los políticos y el jefe. Dio ejemplo de ello hasta el ex presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, cuando en el 38 Congreso del PSOE celebrado en Sevilla, echó a Lehman Brothers y a la crisis mundial la culpa de lo que ha ocurrido en España durante los últimos cuatro años. Si la culpa es de los políticos, los bancos y los jefes, nunca puede ser de quienes compramos casas, coches, viajes, montamos negocios imposibles o dejamos de estudiar o fabricar según demanda. Y si no es culpa nuestra, por qué tenemos que cambiar si nos iba de maravilla. ¡Que cambien ellos! 

¿Hemos de hacer caso a los de dentro o a los de fuera? Los de fuera han descubierto los neutrinos, pero nosotros vivíamos bien. ¡Que no nos vengan con historias! España es lo mejor, es el grito que no tardará a enarbolarse por calles y plazas como principal argumento contra los neutrinos y sus reformas necesarias. Todo eso acompañado de acusaciones contra el capital explotador, los banqueros sanguijuelas y los políticos bien pagados. Entendemos el cambio necesario, pero no queremos ceder ni un ápice de nuestros privilegios. Son nuestras leyes físicas según Einstein. ¡Abajo los neutrinos!

 

Adjunto
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