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Una cuestión de elección (Artículo)

Una empresa es una [b]organización formada por personas[/b] que se relacionan con personas. Quienes deciden constituir una empresa son personas que contratan a personas para poder hacer realidad su proyecto. Los clientes, los proveedores, los colaboradores y los socios con los que se relaciona la empresa son también personas. Sean cuales sean la visión, la misión, los objetivos, el entorno, el mercado o el sector donde opere una empresa, detrás de cada una de sus actuaciones siempre hay personas, para lo bueno y para lo malo.

No se me ocurre que un piloto de Fórmula 1 pretenda aplicar la estrategia y las tácticas de carrera sin conocer previamente qué es y cómo se comporta aquello que está conduciendo, el coche. Se han dedicado muchas horas de formación y escrito muchas líneas sobre gestión, estrategia y táctica empresarial, pero antes de aplicarlas quizá convenga entender qué es y cómo se comporta una persona.

Entender qué es una persona empieza por entender qué somos, algo no precisamente sencillo porque nuestra mente se empeña en crear una imagen irreal sobre nosotros llamada ego, imagen con la que nos identificamos por ser la única que conocemos. El ego nos hace creer que somos lo que tenemos, lo que hacemos, lo que los demás piensan sobre nosotros, nuestro cuerpo o mente; y que estamos desconectados de los demás. Aunque solo unos pocos logran entender plenamente lo que son, no es tan complicado llegar a la conclusión razonada de que no somos el ego.

El grado de identificación con el ego nos permite clasificar a las personas en función de su nivel de energía, siendo los de más baja energía aquellos que más se identifican con su ego, y los de más alta energía los que más se acercan a entender lo que realmente son. Las personas de más baja energía se empeñan en ser ricos, famosos, poderosos, superiores, en tener la mayor reputación; y guiados por ese objetivo no tienen reparo en engañar, traicionar, manipular, estafar o someter a cualquiera que se ponga en su camino. Por otro lado, las personas de más alta energía no tienen necesidad de ser famosos o superiores, de identificarse con sus logros, de tener más, de demostrar que tienen razón; no distinguen entre ganadores y vencidos, no juzgan a los demás y no se sienten ofendidos.

Algunos asocian el buen desempeño profesional con la ambición del ego, y piensan que no identificarse con el ego les impide conseguir los objetivos. Sin embargo, un alto nivel de energía permite despertar el inmenso potencial de cualidades de la mente, accediendo a nuevos recursos y aptitudes. Las personas que lo alcanzan tienen mayor lucidez, discernimiento, apertura y comprensión, son más creativos e innovadores, se enfrentan sin miedo a una situación difícil, entienden las interconexiones existentes y se relacionan mejor con otras personas.

Además de la energía, hay dos dimensiones del ser humano que nos ayudan a entender su comportamiento: la libertad y los valores. Jean Paul Sartre afirmaba que el ser humano se distingue de la materia y del resto de animales por ser libre, capaz de elegir y responsable de su destino. La libertad exige tomar el control y ser responsable de tu vida, algo que requiere esfuerzo y produce miedo, por lo que algunos prefieren sacrificar su grado de libertad aunque la consecuencia sea volverse sumisos o fácilmente manipulables. Cuando Albert Einstein dijo “Intenta no volverte un hombre de éxito, sino un hombre de valor”, podemos interpretar que asocia el éxito a los objetivos del ego y el valor a los del ser humano: aportar valor y tener valores.

La energía y la libertad son independientes. Las personas con gran energía siempre eligen ser libres, las de escasa energía se convierten en sumisos y manipulables si ello les permite satisfacer a su ego, y encontraremos personas con cierto nivel de energía que harán lo mismo por pereza o miedo. Por otra parte, la energía y los valores son casi sinónimos.

Para Fredy Kofman (“La empresa consciente”), una empresa consciente es una organización con energía y valores, y en la que sus empleados han elegido mayoritariamente ser libres. El comportamiento, estilo, cultura y valores de una empresa vienen determinados por el nivel de energía de sus propietarios y directivos con posiciones jerárquicas más altas. En una empresa consciente, los empleados con cierto nivel de energía pueden elegir ser libres, no así en una inconsciente porque sus propietarios y directivos necesitan trabajar con personas sumisas y manipulables.

En igualdad de conocimientos y experiencia, un empleado o directivo muy identificado con su ego tiene menos opciones de desarrollar sus capacidades que uno con alto nivel de energía, por lo que a una empresa inconsciente le costará competir con una consciente. Si seguimos este razonamiento, podríamos pensar que las empresas con escasa energía están abocadas a desaparecer, pero la realidad nos demuestra que son muchas las que no solo sobreviven sino que ofrecen cierta apariencia o sensación de éxito. ¿Qué es lo que falla en nuestro razonamiento? Ni más ni menos el hecho de que las empresas conscientes son una especie minoritaria. Veamos los motivos.

El cáncer empresarial es una enfermedad que reduce poco a poco la energía de una empresa hasta transformarla en inconsciente. Si una empresa consciente contrata por error a un directivo con un ego de los grandes, éste puede convertirse en la célula cancerígena que origine el tumor inicial y provoque la metástasis. La velocidad y extensión de propagación del cáncer dependerá del nivel de identificación del directivo con su ego, de su capacidad intelectual y de la posición jerárquica que ocupe. Una alta identificación con el ego le llevará a buscar poder, fama y enriquecimiento rápido, si es listo lo hará de forma taimada, y si tiene alto nivel jerárquico sustituirá a sus empleados por otros de menor energía o sumisos.

El crecimiento, uno de los objetivos de toda empresa, aumenta las posibilidades de sufrir un cáncer. Mayores ingresos van asociados a mayor tamaño, contratación de nuevos empleados y adquisición o fusión con otras organizaciones que pudieran tener baja energía. A veces el crecimiento obliga a una emisión de acciones, y el cáncer más agresivo se da cuando la empresa es adquirida completa o parcialmente por propietarios con alto ego. Si además las acciones cotizan en bolsa, el cáncer empresarial es casi inevitable. Es un concepto que requiere de cierto tiempo para ser explicado, pero os adelanto que se debe no tanto al perfil de los propietarios de las acciones como al escaso nivel de energía de los objetivos que éstos suelen perseguir: comprar barato, enriquecerse rápidamente y vender si no se cumplen sus objetivos, sin importar si ello afecta o no a la sostenibilidad de la empresa.

El crecimiento también dificulta la comunicación entre empleados y directivos, y aumenta la estanqueidad entre departamentos y divisiones, disminuyendo todo ello las posibilidades de detección precoz de cualquier tumor, y de la metástasis posterior o propagación de células cancerígenas a otras organizaciones.

Sin embargo, no existe ninguna enfermedad similar que afecte a las empresas inconscientes. Un empleado o directivo con cierto nivel de energía puede adaptarse a la organización si es de los que no tiene inconveniente en someterse. En el peor de los casos, si por error se incorpora un directivo con gran energía, la inconsciencia de la empresa está a salvo porque la ausencia de ego del directivo hará que no intente doblegar a sus compañeros de alto ego o escalar a posiciones superiores. Normalmente se irá, y el único coste para la empresa habrá sido el de su contratación. Solo un cambio de propietarios podría afectar a la empresa inconsciente, pero incluso alguien con muy alta energía necesitaría demasiado tiempo y esfuerzo para sustituir a todos los empleados con ego, y mucho más si pretende transformarlos en personas conscientes.

El hecho de que las empresas conscientes sean una especie minoritaria no es el único factor que beneficia a las inconscientes. El sistema actual proporciona mucho dinero y poder a ciertas organizaciones e instituciones, convirtiéndolas en imán de personas con el ego inflamado y aumentando sus probabilidades de sufrir un cáncer empresarial. Una empresa inconsciente tiene menos reparos en obtener beneficio a través de una relación no ética con este tipo de organizaciones que una consciente, cuya genética se lo impide.

Dijimos que las empresas inconscientes a veces ofrecen cierta apariencia o sensación de éxito, pero nunca será un éxito real ni sostenible en el tiempo. Un éxito real y sostenible requiere que todos los directivos y empleados trabajen por los mismos objetivos, que en una empresa coinciden con los que se hayan marcado sus propietarios. Los empleados poco identificados con su ego no desarrollarán todo su potencial y aptitudes porque les desmotiva trabajar en una empresa inconsciente. Los directivos y empleados de alto ego se esforzarán para lograr su propia fama, poder y enriquecimiento personal, objetivos no siempre alineados con los de los propietarios. Nunca sabremos qué resultados hubiese obtenido una empresa consciente.

Nacemos y vivimos en una sociedad que nos hace creer que la riqueza, la fama, el poder y la reputación se encuentran entre las muchas necesidades que tenemos, y que se olvida de decirnos que el sufrimiento se produce precisamente cuando no satisfacemos una de esas necesidades. La buena noticia es que cualquiera puede elevar su nivel de energía si así lo desea, aunque previamente debe conocer que existe esa posibilidad, algo no siempre sencillo. Cuando los propietarios, directivos o empleados eligen su nivel de energía, están eligiendo su estilo de liderazgo, actitud, comportamiento, cultura y valores. Es cierto que actualmente hay más empresas inconscientes y por lo tanto más opciones de trabajo para personas con baja energía, pero elegir alejarnos del ego nos permite disminuir el sufrimiento, despertar el inmenso potencial de la mente y estar en mejor disposición de ayudar a los demás.

Al fin y al cabo, es tan solo una cuestión de elección.

Adjunto
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